El Amor como Deseo de Bien y de Unión.

Una Lectura Filosófico-Teológica a partir de Tomás de Aquino y Eleonore Stump

Israel Centeno

En un mundo que ha vaciado la palabra “amor” de su espesor ontológico y espiritual, es urgente volver a una comprensión radical y realista del amor. No una versión sentimental ni puramente emotiva, sino aquella que propone Santo Tomás de Aquino y que Eleonore Stump recupera y profundiza en Wandering in Darkness. Este ensayo se propone desplegar esa concepción en sus implicaciones filosóficas, espirituales y existenciales: el amor como una estructura compuesta por dos deseos fundamentales e inseparables: el deseo del bien del amado y el deseo de unión con el amado.

Para Tomás de Aquino, el amor no es una reacción pasiva ante la belleza o el valor del otro, ni una mera emoción efímera. Es, en su esencia, una actividad de la voluntad racional, que se expresa a través de dos actos: desear el bien del amado y desear la unión con él.

Stump insiste en que estos dos deseos están interconectados pero no se reducen el uno al otro. El primero puede ser unilateral: se puede desear el bien del otro incluso sin reciprocidad, sin relación, incluso sin conocimiento directo. Este amor es agápico, libre, espiritual. El segundo, el deseo de unión, implica una dimensión relacional, pues no puede realizarse sin algún grado de apertura del otro. Aquí se manifiesta la vulnerabilidad del amante: su anhelo de compartir la interioridad con el amado.

Como dice Stump: “Puesto que el amor surge de la interacción de dos deseos, por el bien del amado y por la unión con él, la ausencia de cualquiera de los dos es suficiente para anular el amor” (p. 104).

Stump confronta la teoría de la “respuesta al valor” del amor, muy presente en la filosofía contemporánea, que sostiene que amamos porque percibimos en el otro un conjunto de rasgos valiosos. Pero esta teoría fracasa ante realidades humanas fundamentales: el amor de una madre por su hijo no disminuye cuando el hijo actúa de forma indigna; no sustituimos a nuestros seres queridos por otros “mejores”; el amor verdadero persiste a pesar de la corrupción, la enfermedad o el rechazo.

La teoría de Tomás, en cambio, explica la constancia, la insustituibilidad y la profundidad del amor. Esto es posible porque el amor no está fundado en el valor cambiante del amado, sino en la voluntad del amante y en la “oficina” o tipo de relación: madre-hijo, amigo-amigo, Dios-creatura.

“La función del amor entre una madre y sus hijos determina el tipo de amor entre ellos… dicha función no depende de las características intrínsecas del amado, y por tanto no varía con ellas” (p. 103).

Una de las aportaciones más brillantes de Stump es su lectura del amor propio. Amar a uno mismo, según Tomás, no es buscar placer o gratificación, sino desear el bien verdadero para uno mismo y desear la unión consigo mismo, es decir, la integridad interior.

“Amarse a uno mismo es desear el bien para uno mismo y desear la unión con uno mismo… Tomás describe a una persona que carece de integración interior en la voluntad como alguien que quiere y no quiere lo mismo, ya sea por desear cosas incompatibles o por no querer lo que quiere querer” (p. 100).

Amar bien a uno mismo es buscar la paz interior que surge de la coherencia volitiva, la integridad del alma. “El bien para una persona requiere, por tanto, integración interior” (p. 100).

A primera vista, parece absurdo hablar de “desear el bien de Dios”: Él es la plenitud del Ser, no le falta nada. Pero Stump clarifica: Dios desea el bien de todas sus criaturas. Por tanto, si yo deseo el bien del otro, deseo lo que Dios desea. En ese acto, mi voluntad se une a la de Dios y, en ese sentido profundo, amo a Dios deseando su bien: lo que Él quiere como bien.

“En efecto, desea lo que Dios desea. De este modo, desea el bien que Dios desea tener; y en ese sentido, también desea el bien para Dios” (p. 101).

Stump muestra que el perdón es una forma concreta del amor. Perdonar no es simplemente olvidar, ni soltar, ni no sentir odio. Es desear el bien del que me hirió y, en algún grado, desear una forma de unión con él.

“Sea lo que sea exactamente el perdón, parece implicar una especie de amor hacia quien ha causado daño o cometido una injusticia contra uno” (p. 104).

Sin ambos deseos, no hay amor. Sin amor, no hay perdón. Esto redefine el perdón como una expresión elevada de la caridad cristiana. Perdonar es participar del amor de Dios, que desea el bien y la unión incluso con quienes lo crucificaron.

La teoría del amor de Tomás, según Stump, no es una filosofía de laboratorio: es una antropología espiritual, una medicina para el alma. Amar bien, amar de verdad, es desear el bien y la unión incluso en el sufrimiento, incluso en el rechazo, incluso en la distancia. Es lo que hace Dios. Es lo que Cristo encarna. Y es lo que está llamado a sanar el corazón humano.

El amor, entendido así, no es una emoción que viene y va, ni una respuesta mecánica al valor del otro. Es un acto de libertad, de voluntad iluminada. Es un fuego que desea el bien incluso cuando el rostro del otro se desfigura por la ofensa o la indiferencia. Es un puente tendido hacia la unidad, incluso cuando parece que la fractura es definitiva.

Amar es decir: quiero tu bien, quiero estar contigo, quiero tu plenitud, aunque no me respondas, aunque no me abraces, aunque no lo comprendas. Así ama Dios. Y en esa forma de amar se juega no solo nuestra santidad, sino también nuestra humanidad redimida.

Allí donde se ama así, el infierno se deshace y comienza el Reino.

Comments

One response to “El Amor como Deseo de Bien y de Unión.”

  1. exuberant1ef5447547 Avatar
    exuberant1ef5447547

    Amor amor, un hábito vestí / el cual de vuestro paño fue cortado / al vestir, ancho fue, más apretado / y angosto cuando estuvo sobre mí.

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