Influencia de Edith Stein en las catequesis sobre la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II

Israel Ceenteno

Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz, 1891–1942), filósofa fenomenóloga, teóloga y mártir, tuvo una influencia significativa, aunque indirecta, en las catequesis de Juan Pablo II sobre la Teología del Cuerpo (1979–1984). No se trata de una cita directa ni de una dependencia textual, sino de una convergencia profunda de espíritu y método. Ambos compartieron el mismo horizonte intelectual: la integración entre la fenomenología husserliana y el tomismo, síntesis que dio origen al llamado “tomismo de Lublin”, corriente a la que pertenecía Karol Wojtyła.

1. Contexto intelectual: la fenomenología tomista y la persona unificada

Wojtyła conoció las obras de Stein en las décadas de 1940 y 1950, atraído por su intento de unir la fenomenología —el análisis de la experiencia vivida— con la metafísica del ser de Santo Tomás de Aquino. Ambos comprendían a la persona como una unidad psico-física abierta a la trascendencia. Stein, discípula de Edmund Husserl, elaboró en Sobre el problema de la empatía (1917) y en los Ensayos sobre la mujer (1932) una antropología que afirma la unidad cuerpo-alma y el valor cognoscitivo de la empatía. Estas ideas resonaron en el pensamiento wojtyliano y contribuyeron a su búsqueda de una antropología integral capaz de articular libertad, afectividad y corporeidad.

No existió encuentro personal entre ambos —Stein murió en Auschwitz en 1942, cuando Wojtyła tenía 22 años—, pero sí una transmisión espiritual e intelectual a través de Roman Ingarden, amigo y colega de Stein, quien fue también maestro de Wojtyła.

2. Paralelismos en la Teología del Cuerpo

La Teología del Cuerpo es una antropología teológica que interpreta el cuerpo humano como lenguaje del amor divino. En ella confluyen fenomenología, revelación y tomismo. La influencia de Stein se advierte en tres núcleos fundamentales:

a) Unidad alma-cuerpo y dignidad personal.

Stein rechaza el dualismo cartesiano y propone que el cuerpo pertenece a la esencia de la persona. Wojtyła prolonga esta intuición al afirmar que el cuerpo es “teología visible”, signo sacramental del amor divino. El cuerpo humano, con su masculinidad y feminidad, manifiesta la comunión trinitaria.

b) Visión de la mujer y el “femenino”.

En sus ensayos sobre la mujer, Stein formula una “teología del femenino” basada en la empatía y la disposición interior como modos de amar y de donar. Wojtyła desarrolla esa intuición en Mulieris Dignitatem (1988), donde presenta la “genialidad femenina” como don de acogida y cooperación con el amor creador.

c) Personalismo y ethos del don.

Para ambos, la persona es irreductible y el cuerpo es su medio de donación. Stein concibe la empatía como apertura al otro; Wojtyła la convierte en la dinámica del don de sí, fundamento de su ética personalista. El amor, para ambos, es la forma más alta de conocimiento y la realización plena del ser humano.

3. Lectura del Génesis y la complementariedad de los sexos: Stein, Wojtyła y la herencia platónica

Tanto Stein como Wojtyła comparten una lectura del Génesis que interpreta la diferencia sexual como reciprocidad originaria. “No es bueno que el hombre esté solo” (Gn 2,18) expresa una verdad ontológica: el ser humano está hecho para la comunión. Stein ve en la dualidad varón–mujer dos modos complementarios de ser persona. Wojtyła lleva esta intuición a su concepto de “significado esponsalicio del cuerpo”, en el que la diferencia sexual es el lenguaje mismo del amor creador.

Esa antropología bíblica se enlaza, de manera implícita, con la tradición platónica. En el Banquete, Platón describe el eros como nostalgia de una unidad perdida. Stein y Wojtyła reinterpretan esa intuición desde la fe: el amor humano no busca una fusión, sino una comunión personal en libertad. El eros se transfigura en ágape; la diferencia se convierte en signo de una unidad superior, reflejo del amor trinitario.

4. Influencia personal y eclesial de Juan Pablo II

Wojtyła reconoció explícitamente el valor espiritual y filosófico de Edith Stein. La beatificó en 1987, la canonizó en 1998 y la proclamó patrona de Europa, subrayando su testimonio como “síntesis dramática de nuestro siglo”. En Fides et Ratio (1998) la citó como modelo de filósofa que une razón y fe. Su figura influyó en el “nuevo feminismo” impulsado por Juan Pablo II, que retoma la visión steiniana de la mujer como cooperadora de la gracia.

5. Conclusión: convergencia espiritual y legado

La influencia de Edith Stein en la Teología del Cuerpo es indirecta pero decisiva. Su pensamiento fenomenológico-tomista preparó el terreno para que Wojtyła pudiera articular una teología del cuerpo como sacramento del amor divino. Ambos ofrecieron una antropología de la comunión en la que el cuerpo no es límite, sino transparencia del espíritu.

Stein no creó la Teología del Cuerpo, pero fue una de sus raíces invisibles: su pensamiento permitió que Karol Wojtyła expresara en lenguaje teológico lo que ella había vislumbrado filosóficamente, que el cuerpo humano es el lugar donde la persona se ofrece, se revela y se hace transparente al misterio de Dios

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